La bella soñadora cerró los ojos, contuvo el
aliento y besó al sapo. Inmediatamente el batracio se convirtió en el
bello príncipe azul que ella tanto había soñado. Él la abrazó
fuertemente y en un impulso sediento, selló su boca besándola con
frenesí. Ahí fue, entonces, cuando ella se convirtió en la rana verde
que a él tanto le gustaba; especialmente sus ancas con arroz a la
andaluza.