Malo y breve dos veces breve
ǝʌǝɹq sǝɔǝʌ sop ǝʌǝɹq ʎ oΙɐM
jueves, 20 de junio de 2013
El Color de los gustos
La bella soñadora cerró los ojos, contuvo el
aliento y besó al sapo. Inmediatamente el batracio se convirtió en el
bello príncipe azul que ella tanto había soñado. Él la abrazó
fuertemente y en un impulso sediento, selló su boca besándola con
frenesí. Ahí fue, entonces, cuando ella se convirtió en la rana verde
que a él tanto le gustaba; especialmente sus ancas con arroz a la
andaluza.
martes, 26 de marzo de 2013
Última Noticia
Anoche, moto chorros que se desplazaban a gran
velocidad, le arrebataron la guadaña a una mujer de negro que se paseaba sola por
el centro de la autopista. Las cámaras de seguridad registraron el hecho. Hasta el
momento nadie radicó la denuncia.
miércoles, 20 de marzo de 2013
La ovejita perdida
Volvió sola; las otras 99, junto
al lobo de quien ella tanto escapaba, la esperaban desde el momento en que había
decidido perderse. Nunca pensó que un
día, ese mismo lobo, sería el pastor de todas.
lunes, 4 de febrero de 2013
Desacuerdo
Siempre hablaba del amor, toda su
verba estaba impregnada de amor, sus poesías, sus cuentos, todo hablaba de
amor; pero no lo conocía. Su vida era un vacío, un recoveco de fracasos sin una
hendija por donde se filtrara el sol. No conocía la suavidad de las caricias,
la humedad de los besos dados con pasión, ni siquiera la indecisa identidad
genética que tienta a buscar el placer.
Por más que se intente tecnificar el mundo, los
robots literarios no deberían fabricarse.
Circus
El elefante estaba ahí. Estaba seguro de haberlo visto al abrir la puerta, pero como era rutinaria su presencia, tenía dudas de si era o no cierto.
Pero se dio la alarma: ¡Robaron el elefante!
En la función de la noche, los payasos lloraban, los trapecistas se mecían en sus trampolines sin hacer sus acrobacias, los domadores silenciaron sus látigos, y el mago, muy preocupado, no sabía qué hacer con esa rata.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Olimpo
Estaban todos: amigos, enemigos,
contrincantes, hijas e hijos propios y putativos, pacíficos y
temerarios, propiciantes y arrebatadores, todos. Los dioses, en sínodo
universal y secreto, deliberaban acerca del futuro de sus respectiv
os reinos.
La situación más preocupante que dominaba el conciliábulo, era el avance avasallador del monoteísmo.
Cuando Zeus se paró para tomar la palabra, un largo y estrepitoso trueno comenzó a vomitar rayos de fuego en todas las direcciones. Un águila de bronce de alas desplegadas se posó en el báculo de roble del profeta, y desde una zarza ardiente que ardía sin consumirse, una voz llamó al patriarca.
La situación más preocupante que dominaba el conciliábulo, era el avance avasallador del monoteísmo.
Cuando Zeus se paró para tomar la palabra, un largo y estrepitoso trueno comenzó a vomitar rayos de fuego en todas las direcciones. Un águila de bronce de alas desplegadas se posó en el báculo de roble del profeta, y desde una zarza ardiente que ardía sin consumirse, una voz llamó al patriarca.
Sin embargo siempre
Era un matrimonio chapado a la antigua. Él caminaba siempre adelante y ella lo seguía a dos o tres pasos de distancia. Sin embargo, siempre andaban juntos. El le hablaba gesticulando y batiendo sus manos y brazos y ella
sólo
asentía o negaba sin ofrecer ningún movimiento con sus músculos
flácidos. ¿para qué gesticular si él no la miraba?, sin embargo, siempre
dialogaban. Cuando él se detenía, ella, haciéndose la distraída, solía
adelantarse.
-Venga para acá -le reclamaba él, abriendo sus brazos para abrazarla. Era un juego amoroso. Siempre.
Ella, en silencio, retrocedía y, abrazada, le miraba a los ojos y él le sonreía. Siempre le sonreía.
Era un matrimonio sin complicaciones. Cada dos por tres tenían sexo, cada dos por tres les nacía un hijo. Siempe les nacía un hijo. Ella los criaba a todos. Siempre los crió a todos. Sin embargo él, a veces, olvidaba sus nombres. Sólo a veces.
-Venga para acá -le reclamaba él, abriendo sus brazos para abrazarla. Era un juego amoroso. Siempre.
Ella, en silencio, retrocedía y, abrazada, le miraba a los ojos y él le sonreía. Siempre le sonreía.
Era un matrimonio sin complicaciones. Cada dos por tres tenían sexo, cada dos por tres les nacía un hijo. Siempe les nacía un hijo. Ella los criaba a todos. Siempre los crió a todos. Sin embargo él, a veces, olvidaba sus nombres. Sólo a veces.
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