Era un matrimonio chapado a la antigua. Él caminaba siempre adelante y ella lo seguía a dos o tres pasos de distancia. Sin embargo, siempre andaban juntos. El le hablaba gesticulando y batiendo sus manos y brazos y ella
sólo
asentía o negaba sin ofrecer ningún movimiento con sus músculos
flácidos. ¿para qué gesticular si él no la miraba?, sin embargo, siempre
dialogaban. Cuando él se detenía, ella, haciéndose la distraída, solía
adelantarse.
-Venga para acá -le reclamaba él, abriendo sus brazos para abrazarla. Era un juego amoroso. Siempre.
Ella, en silencio, retrocedía y, abrazada, le miraba a los ojos y él le sonreía. Siempre le sonreía.
Era un matrimonio sin complicaciones. Cada dos por tres tenían sexo, cada dos por tres les nacía un hijo. Siempe les nacía un hijo. Ella los criaba a todos. Siempre los crió a todos. Sin embargo él, a veces, olvidaba sus nombres. Sólo a veces.
-Venga para acá -le reclamaba él, abriendo sus brazos para abrazarla. Era un juego amoroso. Siempre.
Ella, en silencio, retrocedía y, abrazada, le miraba a los ojos y él le sonreía. Siempre le sonreía.
Era un matrimonio sin complicaciones. Cada dos por tres tenían sexo, cada dos por tres les nacía un hijo. Siempe les nacía un hijo. Ella los criaba a todos. Siempre los crió a todos. Sin embargo él, a veces, olvidaba sus nombres. Sólo a veces.
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