martes, 3 de enero de 2012

Deudas


Había tenido un solo hijo: Juan Salvador, nacido de madre muerta en el alumbramiento.
El derrotero de la vida los fue separando por diferencias fútiles, pero enraizadas en el orgullo de ser y pertenecer a una cultura violenta. El muchacho conoció la aridez de la vida en la falta de cariño, lo mismo que su padre, pero ambos se lo negaron sistemáticamente.
El final llegó cuando en discusión acalorada y a filo de cuchillo, dirimieron sus diferencias. Quizás sea por inexperiencia o por un simple descuido, pero el filo acanalado del facón partió en dos el corazón de Juan Salvador que cayo muerto en el acto.
Pasó el tiempo, el viejo purgó su condena en largos veinte años de cárcel. Pudo saldar la deuda con la sociedad, pero no con su conciencia. Libre, preguntó dónde estaba la tumba de su hijo caído en la reyerta.
Alguien lo acompaño al camposanto. Una vez ubicada la tumba, pidió que lo dejara solo; quería estar de nuevo mano a mano con su hijo.
Clavó rodilla en tierra y se cubrió la cara con las manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario