El debil (de principios) barco se acercaba peligrosamente. Desde el puente de mando, el novel pirata oteaba el horizonte infinito. Subrepticiamente gritó: ¡eaarth!! levantando su brazo izquierdo y señalando con su garfio el montículo divisado a lo lejos.
¡Malvinas!, acotó el loro santiagueño que posaba sobre su hombro, e inmediatamente fue decapitado.
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