Se acercó al borde del precipicio y escudriñó obsesivamente el fondo del valle,  hasta que pudo divisar su cuerpo inerte yaciendo entre la bruma. 
Por temor a que la humedad reinante mojara sus alas, esperó a que el sol alumbrara a pleno y luego saltó al vacío para rescatarse.
Esta sería la segunda vez que moriría. Volvió a olvidarse que tenía alas de cera. 


 
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