Las
paredes tenían ese signo inconfundible que ostentan las casas que
engendran hijos. Porque las casas donde nacen y se crían hijos son también
las engendradoras de esas almas que llevan adheridos a la piel del
espíritu todos los misterios de la vida de esa casa. Sin embargo
esta casa, no tuvo la misma suerte de otras casas. Hoy se debate entre la
vida y la muerte apenas sostenida por los matorrales
que fijaron sus tapiales al suelo.Sus hijos ya no están y en su
abandono, ha sido vilmente despreciada, vilipendiada, vejada, ultrajada.Una casa sufre todas esta clase de males por el sólo hecho de ser
invadida por seres desalmados que estropean sus muros, saquean sus
ventanales, desgajan sus plantas. Cuando se destruye una casa, por más
que se vea abandonada, se aniquilan los valores que cultivó en sus
tiempos de gloria y eso significa despreciar la conciencia de quienes
fueron sus moradores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario