Con la mirada rígida clavada en el público que guardaba un implacable silencio, el juez escuchaba la lectura de la sentencia.
-¡Ya basta! -gritó de imprevisto dando manotazos.
-"¡Silencio en la Sala!" -ordenó con voz estentórea, y cerró los ojos.
La enfermera extendió suavemente la sábana y le cubrió el rostro.
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