La larga travesía había sido todo un éxito. El mercader regresó colmado de monedas de oro, perlas finas y piedras preciosas, producto de sus buenos negocios.
De inmediato puso a sus criados a coser la boca de los sacos de la fortuna. Lo hacían con denuedo, mientras él los supervisaba sin quitar su codiciosa mirada del precioso contenido.
Cuando el último de los criados terminó con la faena, vio pasar los camellos por el ojo de la aguja.
De inmediato puso a sus criados a coser la boca de los sacos de la fortuna. Lo hacían con denuedo, mientras él los supervisaba sin quitar su codiciosa mirada del precioso contenido.
Cuando el último de los criados terminó con la faena, vio pasar los camellos por el ojo de la aguja.
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