Cuando escuchó sonar las campanas, inmediatamente pensó en su muerte.
¿Cómo sería su muerte? ¿Habría, tal vez, esa atmósfera pesada latiendo en reverberaciones de una tarde de verano, o quizá un viento revoltoso luchando con los árboles caducifolios para dejarlos a la intemperie? No, es probable que fuera en invierno, porque es entonces cuando la vida se apachurra y queda a la defensiva, jugando su suerte a cada latido.
-Pero… ¿si fuese en primavera? –se preguntó en voz alta-, ah! sería de muy mal gusto, un contrasentido-, prosiguió con su análisis.
-No, no es posible –se dijo a sí mismo
Mientras las campanas seguían batiendo su pregón de bronce, alguien, poco cortés en sus formas, golpeó la puerta con violencia.
Afuera sopla un viento revoltoso, y los árboles caducifolios han quedado a la intemperie. El invierno está a las puertas.
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